17 abril 2011

La Procesión de Domingo de Ramos

Desde las primeras horas del domingo, en el atrio de la vieja iglesia de Chaupimarca, se topaba con numerosos vendedores de palmas y ramos venidos de pueblos vecinos como Dos de Mayo y Panao, principalmente. Sus atuendos los denuncian a las claras, especialmente sus “chaplacas”, toscas sandalias con correajes que los aseguran a sus pantorrillas. (En referencia a este tipo de calzados, nosotros siempre les hemos llamado “Chaplacos” a los huanuqueños y personas de la zona; ellos en reciprocidad nos decían “Shucuyes” a los cerreños). Estos son los artesanos que desde días antes han estado tejiendo artísticamente los ramos de palma en una gran variedad de figuras; desde las más simples hasta aquellas que, en primor de filigrana, revelan a artistas populares de gran habilidad. El precio de cada ramo está fijado por el arte y la paciencia con que ha sido tejido; desde unos cuantos centavos hasta un sol. El caso es que todos los fieles compran sus correspondientes ramos con los que entrarán en la iglesia. A las once de la mañana, anunciada por las campanas, comienza la celebración solemne con la bendición de palmas y la homilía correspondiente. Finalizada ésta, en un ambiente de fiesta y contento, sacan en procesión la imagen del Señor. Los fieles -mineros, sus esposas y sus niños- acompañan el cortejo blandiendo palmas y entonando cánticos de Hosannas y Aleluyas triunfales. En la foto que ilustra esta nota, vemos a gran cantidad de fieles llevando a Jesús en la plazuela Carrión. Da la impresión que nuestro mártir estuviera observando desde su sitial la fe de nuestro pueblo minero.

El recogimiento de nuestras gentes es tal que todos los negocios permanecen con las puertas cerradas. No importa lo nublado que esté el tiempo con sus nubes plomizas y amenazantes de lluvia, la fe puede más que todas las dificultades. Las gentes muy abrigadas y emocionadas acompañan al Señor.

Durante toda la mañana triunfal, las principales calles celebran el paso alborozado del Mesías montado sobre un pollino blanco y gracioso. Aplausos, vivas y cánticos enmarcan la procesión que hace un extenso recorrido.

Terminada la fiesta, las palmas benditas son guardadas con reverencia y colocadas en las partes altas de la casa -se tiene por cierto que ellas alejan los males que los enemigos personales puedan hacer- es más, un ramo pequeño es siempre portado con fe, porque quien lo posea, estará a salvo de rayos y truenos que en esta tierra son mortales. El ramo se utiliza también para ponerlo en manos de un agónico, ayudándole a bien morir. La bendición y milagros de estos ramos, son incontables.

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